Ahora entiendo que la última decisión es la mía, la decisión de olvidarte. Y aunque pasen mil noches llenas de silencio, las ruidosas mañanas borran tu sombra… o lo poco que queda de ella.
¡Qué fácil es cuando el sol ilumina mi camino! La luna sin embargo, vil traicionera, late en el cielo como un corazón moribundo tratando de confundirme… y de recordarme que una vez hubo un nosotros.
Y concluyo, que por mil noches que pasen, cada mañana, lo más duro es levantarme y luchar en un mundo donde tú no estás.
Elena